martes, 4 de mayo de 2010

De pañuelos y chirinos.


Los recuerdo a los dos. Volvían del campo y habían hecho un alto en el bar. Ella sentada en una silla con un ramo de chirinos en la mano, él en la barra con un vaso de cerveza. Me fijé en las manos de ella, regordetas y trabajadas, poca crema hidratante habían conocido, unas manos curtidas por el trabajo en el campo y por el de la casa.


El no hablaba de nada en particular, una charla intrascendente con el dueño del bar.
En un momento dado de la conversación ella intervino para hacer algun comentario inocente, y a aquel hombre se le cambió la cara. Con un gesto serio, dirigéndose a ella y elevando el tono de voz le dijo: Cállate, las mujeres se callan cuando los hombres hablan. A ella se le enrojeció el semblante y  bajó la mirada, crei ver unas lagrimas furtivas resbalando por su cara.


Tarde de agosto, mismo bar, la misma hora un par de años después. Y la misma pareja.Esta vez ella de pie y el sentado. Una silla de ruedas era su asiento. Dos años atrás recuerdo que a ella le resbalaban dos lágrimas y callaba ahogando el inicio del llanto. A él le resbalaban ahora dos hilos de baba por la comisura de los labios. Y callaba porque no podía hablar.
Entonces ella llevaba un ramo de chirinos en la mano. Ahora un pañuelo con el que le limpiaba las  babas a él.

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